Saltar parece una
acción sencilla, el problema radica en el lugar donde se realice. No es lo
mismo saltar en tierra firme que lanzarse por un precipicio sin conocer su
final.
Muchas veces en la
vida tenemos miedo del futuro, nos asusta la incertidumbre de qué será de
nosotros. Nos preguntamos si vale la pena hacer lo que hacemos o nos hemos
equivocado de camino. Nos cuestionamos si Dios sigue aquí o se ha olvidado de
nosotros.
Si resulta que nuestra
vida no sigue el curso que "debería" nos hundimos, pensamos que no
valemos, que nada tiene sentido y que estamos perdiendo el tiempo. Vemos las
vidas de otros pensando que son idílicas y que las nuestras son demasiado
difíciles.
Lo cierto es que estas
cuestiones son más comunes de lo que pensamos.
En ocasiones el Señor
nos pone en un lugar y nos quejamos en lugar de aprender a florecer allí donde
estemos. Dudamos de cual va a ser el propósito de Dios y por qué tarda tanto en
trasladárnoslo.
Pues bien, para
empezar diré que el Señor dice "Porque mis pensamientos no son vuestros
pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos" (Isaías 55:8). El Señor
está por encima de nuestros pensamientos y nuestros caminos. Él los diseñó para
nosotros y es quien más nos ama, por lo tanto nuestro deber es "confiar en
Él y Él hará" (Salmos 37:5), porque sabemos que si le amamos "todas
las cosas nos ayudan a bien" (Romanos 8:28).
Dios tiene un plan
para nuestras vidas si nos entregamos a Él con todas las consecuencias. Su plan
excede todo conocimiento humano, por lo tanto nosotros solo podemos ver una
pequeña parte de lo que hará con nuestras vidas. Pero Él tiene una perspectiva
mucho mayor, una perspectiva eterna que desconocemos y que algún día Él nos
revelará. Si confiamos en que hará con nosotros cosas grandes y dejamos que las
haga, si nos ponemos completamente a su servicio, Él nos usará para su gloria.
Dios está
esperando a que descansemos totalmente en Él, con todo lo que somos.
Puede que nosotros nos
veamos inútiles o inválidos para cumplir sus propósitos. Pero nos olvidamos de
que nuestras propias fuerzas nos conducen al fracaso. Nuestras fuerzas se
agotan pero el poder de Dios no tiene fin. "El Señor multiplica las
fuerzas del que no tiene ningunas" (Isaías 40:29).
Dios usó a personas en
la Biblia que eran débiles desde el punto de vista humano, pero "lo débil
del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte" (1 Cor 1:27).
Moisés era una persona
tímida y Dios le usó como un gran líder. Josías era un niño de ocho años cuando
Dios le hizo el mejor rey de Israel desde los tiempos de David. Ester, una
joven huérfana que Dios usó para salvar a su pueblo de los planes de Amán
convirtiéndola en reina.
Dios no ve tus
limitaciones, ni tu condición para llevar a cabo su propósito en ti.
Por tanto, es el
momento de tomar una decisión. Llega un punto en el que Dios te pide que
saltes. Tienes dos opciones: quedarte en tierra firme por miedo a saltar y a no
ser tú quien controle tu vida o tirarte al vacío con el paracaídas de Dios
dependiendo de Él siempre sabiendo que tiene el control.
La comodidad de
quedarse en tierra firme proviene de cosas que pueden fallar en cualquier
momento, sin embargo, Dios nunca lo hará.
A.P