sábado, 29 de diciembre de 2012

Saltar



Saltar parece una acción sencilla, el problema radica en el lugar donde se realice. No es lo mismo saltar en tierra firme que lanzarse por un precipicio sin conocer su final. 


Muchas veces en la vida tenemos miedo del futuro, nos asusta la incertidumbre de qué será de nosotros. Nos preguntamos si vale la pena hacer lo que hacemos o nos hemos equivocado de camino. Nos cuestionamos si Dios sigue aquí o se ha olvidado de nosotros.
Si resulta que nuestra vida no sigue el curso que "debería" nos hundimos, pensamos que no valemos, que nada tiene sentido y que estamos perdiendo el tiempo. Vemos las vidas de otros pensando que son idílicas y que las nuestras son demasiado difíciles. 
Lo cierto es que estas cuestiones son más comunes de lo que pensamos.
En ocasiones el Señor nos pone en un lugar y nos quejamos en lugar de aprender a florecer allí donde estemos. Dudamos de cual va a ser el propósito de Dios y por qué tarda tanto en trasladárnoslo. 
Pues bien, para empezar diré que el Señor dice "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos" (Isaías 55:8). El Señor está por encima de nuestros pensamientos y nuestros caminos. Él los diseñó para nosotros y es quien más nos ama, por lo tanto nuestro deber es "confiar en Él y Él hará" (Salmos 37:5), porque sabemos que si le amamos "todas las cosas nos ayudan a bien" (Romanos 8:28). 
Dios tiene un plan para nuestras vidas si nos entregamos a Él con todas las consecuencias. Su plan excede todo conocimiento humano, por lo tanto nosotros solo podemos ver una pequeña parte de lo que hará con nuestras vidas. Pero Él tiene una perspectiva mucho mayor, una perspectiva eterna que desconocemos y que algún día Él nos revelará. Si confiamos en que hará con nosotros cosas grandes y dejamos que las haga, si nos ponemos completamente a su servicio, Él nos usará para su gloria.
Dios está esperando a que descansemos totalmente en Él, con todo lo que somos. 
Puede que nosotros nos veamos inútiles o inválidos para cumplir sus propósitos. Pero nos olvidamos de que nuestras propias fuerzas nos conducen al fracaso. Nuestras fuerzas se agotan pero el poder de Dios no tiene fin. "El Señor multiplica las fuerzas del que no tiene ningunas" (Isaías 40:29). 
Dios usó a personas en la Biblia que eran débiles desde el punto de vista humano, pero "lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte" (1 Cor 1:27).
Moisés era una persona tímida y Dios le usó como un gran líder. Josías era un niño de ocho años cuando Dios le hizo el mejor rey de Israel desde los tiempos de David. Ester, una joven huérfana que Dios usó para salvar a su pueblo de los planes de Amán convirtiéndola en reina. 
Dios no ve tus limitaciones, ni tu condición para llevar a cabo su propósito en ti. 
Por tanto, es el momento de tomar una decisión. Llega un punto en el que Dios te pide que saltes. Tienes dos opciones: quedarte en tierra firme por miedo a saltar y a no ser tú quien controle tu vida o tirarte al vacío con el paracaídas de Dios dependiendo de Él siempre sabiendo que tiene el control.
La comodidad de quedarse en tierra firme proviene de cosas que pueden fallar en cualquier momento, sin embargo, Dios nunca lo hará. 


A.P

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